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Al director del coro. Salmo de David, esclavo de Yavé
La transgresión del impío habla a su corazón.
No hay temor a ʼElohim delante de sus ojos.
Se jacta ante sus propios ojos
De que su iniquidad no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son iniquidad y engaño.
Dejó de ser sabio, de hacer el bien.
Trama iniquidad sobre su cama.
Se mantiene en camino no bueno.
No aborrece lo malo.
 
Oh Yavé, tu misericordia llega hasta el cielo,
Y hasta las nubes tu fidelidad.
Tu justicia es como las montañas de ʼEL,*
Tus juicios, como inmenso abismo.
Tú, oh Yavé, preservas al hombre y la bestia.
 
¡Oh ʼElohim, cuán preciosa es tu misericordia!
Por eso los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas.
Son plenamente saciados con la abundancia de tu casa,
Les das de beber del torrente de tus delicias.
Porque contigo está el manantial de la vida.
En tu luz vemos la luz.
10 Extiende tu misericordia a los que te conocen,
Y tu justicia a los rectos de corazón.
 
11 No me alcance el pie de la soberbia,
Ni me mueva la mano del inicuo.
12 Ahí cayeron los que obran iniquidad,
Fueron derribados,
Y no pueden levantarse.
* 36:6 ʼEL es un nombre de ʼElohim.