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1 He dicho,  
“Por favor, escuchen, cabezas de Jacob,  
y gobernantes de la casa de Israel:  
¿No te corresponde conocer la justicia?   
2 Tú que odias el bien,  
y amar el mal;  
que se arrancan la piel,  
y su carne de sus huesos;   
3 que también comen la carne de mi pueblo,  
y pelar su piel de ellos,  
y romper sus huesos,  
y picarlas en trozos, como para la olla,  
y como carne dentro del caldero.   
4 Entonces clamarán a Yahvé,  
pero no les contestará.  
Sí, en ese momento ocultará su rostro,  
porque hicieron sus obras malas”.   
5 Dice el Señor acerca de los profetas que extravían a mi pueblo: a quien alimenta sus dientes, le proclaman: “¡Paz!”, y a quien no se alimenta la boca, le preparan la guerra:   
6 “Por tanto, la noche está sobre vosotros, sin visión,  
y es oscuro para ti, para que no puedas adivinar;  
y el sol se pondrá sobre los profetas,  
y el día será negro sobre ellos.   
7 Los videntes serán decepcionados,  
y los adivinos confundidos.  
Sí, todos se cubrirán los labios,  
porque no hay respuesta de Dios”.   
8 En cuanto a mí, estoy lleno de poder por el Espíritu de Yahvé,  
y de juicio, y de poder,  
para declarar a Jacob su desobediencia,  
y a Israel su pecado.   
9 Escuchad esto, jefes de la casa de Jacob,  
y gobernantes de la casa de Israel,  
que aborrecen la justicia,  
y pervertir toda la equidad,   
10 que construyen Sión con sangre,  
y Jerusalén con la iniquidad.   
11 Sus dirigentes juzgan por sobornos,  
y sus sacerdotes enseñan por un precio,  
y sus profetas de ella dicen fortunas por dinero;  
pero se apoyan en Yahvé, y dicen,  
“¿No está Yahvé entre nosotros?  
No nos caerá ningún desastre”.   
12 Por lo tanto, Sión por tu causa será arada como un campo,  
y Jerusalén se convertirá en un montón de escombros,  
y la montaña del templo como los lugares altos de un bosque.