11
1 Cuando murió, desfigurado en sus tormentos, el quinto se adelantó de un salto y dijo:
2 “No pretendo, oh tirano, excusarme del tormento que es en nombre de la virtud.
3 Pero he venido por mi propia voluntad, para que con mi muerte debas la venganza celestial y el castigo por más crímenes.
4 Oh, tú que odias la virtud y a los hombres, ¿qué hemos hecho para que te deleites así con nuestra sangre?
5 ¿Te parece mal que adoremos al Fundador de todas las cosas y vivamos según su ley superadora?
6 Pero esto es digno de honores, no de tormentos,
7 si hubieras sido capaz de los sentimientos más elevados de los hombres, y poseído la esperanza de la salvación de Dios.
8 He aquí que ahora, siendo ajenos a Dios, hacéis la guerra a los que son religiosos para con Dios.”
9 Mientras decía esto, los lancero lo ataron y lo llevaron al potro,
10 al cual atándolo por las rodillas, y sujetándolas con grilletes de hierro, le doblaron los lomos sobre la cuña de la rueda; y entonces su cuerpo fue desmembrado, a la manera de un escorpión.
11 Con su aliento así confinado y su cuerpo estrangulado, dijo:
12 “Un gran favor nos concedes, oh tirano, al permitirnos manifestar nuestra adhesión a la ley por medio de sufrimientos más nobles.”
13 Muerto también él, fue sacado el sexto, muy joven. Al preguntarle el tirano si quería comer y ser liberado, dijo:
14 “Ciertamente soy más joven que mis hermanos, pero en cuanto a entendimiento soy tan viejo;
15 por haber nacido y crecido con el mismo fin. Estamos obligados a morir también por la misma causa.
16 De modo que si os parece oportuno atormentarnos por no comer lo impuro, ¡atormentadnos!”
17 Mientras decía esto, lo llevaron a la rueda.
18 Extendido sobre ésta, con los miembros desgarrados y dislocados, lo asaron gradualmente desde abajo.
19 Habiendo calentado afilados escupitajos, los acercaron a su espalda; y habiendo traspasado sus costados, quemaron sus entrañas.
20 Él, mientras estaba atormentado, dijo: “Oh, buena y santa contienda, en la que, por causa de la religión, hemos sido llamados a la arena del dolor, y no hemos sido vencidos.
21 Pues el entendimiento religioso, oh tirano, es invicto.
22 Armado con virtudes rectas, yo también partiré con mi parentela.
23 Yo también, llevando conmigo un gran vengador, oh inventor de torturas, y enemigo de los verdaderamente piadosos.
24 Nosotros, seis jóvenes, hemos destruido tu tiranía.
25 Pues tu incapacidad para anular nuestro razonamiento y obligarnos a comer lo impuro, ¿no es tu destrucción?
26 Tu fuego es frío para nosotros. Tus bastidores son indoloros, y tu violencia inofensiva.
27 Porque los guardianes, no de un tirano sino de una ley divina, son nuestros defensores. Por esto mantenemos nuestra razón inconquistable”.